‘La tienda de Expedita’, punto de encuentro en Tunte, ayer y hoy

Recuerdos del camino, souvenirs, lotería, productos locales y alojamiento rural. La tienda de aceite y vinagre ‘Las Almendras Blancas’ es todo eso pero es más que eso. Es un punto de encuentro en pleno casco de Tunte. Este pequeño gran establecimiento, en lo alto de San Bartolomé de Tirajana, atiende a su medio millar de habitantes y también a los cientos de senderistas que recorren el Camino de Santiago de Gran Canaria. Todo con la magia que envuelve este negocio tradicional, repleto de historia y con un valor especial: Expedita Sánchez.

Aunque en su letrero pone ‘Las Almendras Blancas’ todos conocen este enclave como ‘la tienda de Expedita’, que sigue a pie de mostrador del comercio que lleva junto a su familia. Ella es un símbolo del pueblo, al igual que el negocio de la calle Tamarán que la sigue teniendo de referencia, porque de estos negocios quedan pocos y son seña de identidad de las pequeñas poblaciones de la isla. Su hija, Davinia, confiesa que a Expedita la tienda la llena de energía, porque es algo más que comprar o vender. Es charlar con el vecino, es la tienda que nunca falla y es la tradición del pueblo.

El mostrador de ‘Las Almendras Blancas’ tiene más de 50 años, y delante y detrás de él atesora miles y miles de horas de conversación. Davinia cuenta la historia de la tienda con amor, y es que este pequeño establecimiento en la calle principal de Tunte, más que un negocio, ha sido parte de su vida familiar.

Es la tienda que nunca falla, la tradición del pueblo

 

 

 
 

Expedita llegó con su marido a la calle Tamarán cuando tenía 18 años, y ya nunca quiso irse. Hoy la familia de Expedita sigue subiendo la persiana de esta tienda cada mañana, de lunes a domingo.

En sus estanterías se agolpan cientos de productos, recuerdos y algunos objetos antiguos que dan una pista del larguísimo recorrido de este local. Es difícil no encontrar lo necesario en esta tienda, donde la amabilidad, la familiaridad y la sonrisa recibe a vecinos y turistas cada día.

La amabilidad recibe a vecinos y turistas, cada día

 

 

 
 

Techos altos, estanterías de suelo a techo “de las de antes”, bromea Davinia, y tesoros que viajan del ayer al hoy y que “aún se venden, claro que sí” asegura. Botellas de alcohol de la época, una pesa del siglo pasado, escobas, sombreros hechos a mano, y aunque ahora las neveras son más modernas “hemos mantenido al máximo la esencia” que es lo que atrae a los turistas y hace que sus vecinos se sientan en casa.

Es raro el visitante que se resiste a asomar la nariz en este local de la calle Tamarán, para comprar algo, mirar, sacarse alguna foto o preguntar, la magia de este lugar es un imán para todos, los de siempre y los de paso.

La persiana se sube de lunes a domingo

 
 

 

 

 
 
 
La vida se concentra alrededor de esta tienda en la calle principal de Tunte, que abrió sus puertas a finales de los 60 de manos de Expedita y su marido José Santana, quien empezó en el mundo del comercio con un pequeño quiosco en la plaza, donde trabajó casi desde niño. El solar que compraron en los 60 fue tienda y pensión, también un restaurante, y desde hace unos años, administración de lotería. Todo fruto de un trabajo concienzudo por levantar lo que hoy es un emblema de Tunte, que sigue en pie gracias al cliente fiel y al turista, principalmente el senderista que viaja a las entrañas de la isla para conocer la otra Gran Canaria, en este año Jacobeo.

José y Expedita pusieron los cimientos sólidos que han sobrevivido a un cambio de siglo. E incluso a una pandemia. «Siempre al pie del cañón” gracias “al amor al trabajo y al apego por lo construido”, en las buenas y en las malas.

Tal y como explica Davinia Santana el negocio es más que una tienda de paso. “Es más bien es un punto de encuentro”, que cubre “la necesidad del pueblo” y también la curiosidad del visitante. Con un esfuerzo muy grande por mantener esta tienda de aceite y vinagre, que va a contracorriente de las grandes superficies, que vende desde el carbón al hielo, el agua o los refrescos, y hasta la lotería. Esos son algunos de los productos que más se venden, explica Davinia. Y entre risas confiesa que es difícil que esta tienda no tenga de algo, “aquí hay de todo, un imperdible, unas medias, un botón, lo que necesites”.
 

Aquí hay de todo, ¡lo que necesites!

 
Los vecinos no fallan a su cita con la tienda de Expedita, “algunos vienen cada día, a veces a charlar un rato, aunque no compren. Es parte de la rutina del pueblo”, afirma. Para Davinia esto es lo mejor de la tienda “estar cerca de la gente” en esos ratitos que ya son tradición, y es que todos ellos saben que “truene o llueva, la tienda de Expedita está siempre abierta”.

Y así lo ha estado, durante toda su vida, y la de sus hermanos Pepe y Maite.

Ella y sus hermanos “tenemos la vida en esta tienda” donde crecieron día a día “donde desayunábamos, comíamos y cenábamos muchas veces, si había algo que celebrar, era en la tienda, y también los momentos malos, todo pasaba aquí”. Los días “en los que teníamos conflictos, se resolvían en la tienda. Y las risas, celebraciones, los momentos importantes, era parte de nuestra vida y aquí vivíamos hasta más que en nuestra casa”, confiesa entre bromas.

 
 

 
 

Creciendo tras el mostrador, Davinia recuerda con cariño “ayudar siempre, desde chiquititos, los tres hermanos”, porque en un negocio familiar, como señala “siempre hay muchas cosas que hacer”. Esos mismos vecinos que se acercan a charlar un rato a la tienda no solo les han visto crecer a ellos, sino que hoy ven crecer a sus hijos “y eso es muy bonito”, confiesa Davinia. Esta nueva generación, será el futuro o no de la tienda, “esto lo tendrán si lo quieren, que sueñen primero lo que quieren ser”, apunta Davinia.

Mientras lo deciden, la tienda seguirá abriendo día a día en la calle Tamarán 10, centro de vida en Tunte y por lo menos por un par de vidas más.


 
 

Las Almendras Blancas‘, tienda de comestibles y de artesanía.
Encuéntrela en la calle Tamarán nº 10, en Tunte.
TM San Bartolomé Tirajana.
 
 

 
 
Texto: Laura Bautista /
Fotografía: Arcadio Suárez