Alecs Navio remezcla el arte con la tecnología en el coworking creativo ‘Soppa de Azul’

Alecs Navio es artista plástico y empresario. En 2013 se muda con su familia a Gran Canaria y funda el espacio creativo y coworking Soppa de Azul, en el barrio capitalino de La Isleta. Los inicios no fueron fáciles. No contaba con demasiados medios y sentía esa combinación de miedo y pasión que todo emprendedor lleva dentro. A día de hoy, a pesar de las dificultades, Alecs sigue gestionando un coworking repleto de actividad, donde se entremezclan profesionales de 14 nacionalidades. En Soppa de Azul tienes la sensación de ser parte de un ambiente de libertad que favorece sacar adelante proyectos creativos en multitud de disciplinas.


A los 6 años comenzaste a pintar. A los 18 montaste tu primera empresa de publicidad. ¿De dónde te vienen esas ganas de crear, toda esa iniciativa? ¿Tenías influencias familiares, es un talento que descubriste de pequeño?

Si, empecé a pintar con 6 años porque tenía una escuela de pintura justo debajo de mi casa y siempre me gustó mancharme de pintura y el olor a óleo. Ya en el colegio me gustaba mucho dibujar, razón por la que me echaban de clase a menudo. Luego, por diferentes razones, me cogió en mi juventud la transición española y el Madrid de los 80 y hasta que no tuve los 25 no decidí que la pintura fuera realmente mi profesión.

La empresa de publicidad, con 18 años, «Matiz Publicidad» se llamaba, la monté por varias razones. Una es que estudiaba publicidad y gracias al negocio familiar, una imprenta, pude empezar con buenos contactos para hacer clientes. Aunque la verdadera razón es que estaba enamorado de una chica que también estudiaba publicidad y al montar la empresa le propuse trabajar conmigo y con otros compañeros. Ni qué decir tiene que eso no sirvió para mucho, en cuanto al amor se refiere. Pero la amistad que se creó ya es para siempre.

No creo que tenga ningún talento, solo que un día decides que te da igual lo que piensen los otros en cuanto a tu obra, superas un poco los miedos y pintas.

Un día decides que da igual lo que piensen los otros, superas miedos y pintas.

Crear empresas es algo así: tener alguna idea, superar los miedos y trabajar mucho, sabiendo que tienes que estar preparado para variar la dirección y el modelo de negocio cuando las cosas cambian. Nada está quieto. Y menos ahora.

 

 

De Madrid, pasando por Ibiza y aterrizando en Gran Canaria. ¿Qué te llamó la atención de la isla para asentarte y fundar aquí el espacio creativo Soppa de Azul?

Bueno, la razón principal es que mi mujer es de Gran Canaria. Después de la crisis del 2008 pasamos de ser casi millonarios a perderlo casi todo. Por lo que decidimos hacer un cambio y Gran Canaria fue la decisión.

Nos vinimos mi mujer, mis tres hijos y yo en el año 2012. Yo tenía 47 años y a esa edad me tocó empezar de nuevo. Según llegué, alquilé un local donde poder seguir con mi galería de arte y tener mi estudio. Y así empezó Soppa de Azul.

 

¿Por qué “Soppa de Azul”?

La galería de arte que emprendí en Ibiza se llamaba Bullit de Blau, que en catalán-ibicenco significa ‘Hervido de Azul‘. Además, el ‘bullit’ es un plato típico de Ibiza elaborado con pescado y arroz, por lo que el nombre hace un homenaje a la isla y al mar.

Al llegar a Gran Canaria pensé que si seguía con el nombre en catalán sería más difícil darlo a conocer. Fue difícil incluso en Ibiza, aunque aún hoy mucha gente me escribe recordando la cantidad de actividades artísticas que realicé por allí.

Durante casi un año que duró conseguir las licencias y hacer el acondicionamiento del local, fui pensando en otro nombre y se me ocurrió Soppa de Azul.  Soppa es también un hervido donde casi cabe de todo. Lo puse en sueco y con dos ‘P’ porque me gusta que se repita alguna letra. Y el azul, por el mar. Para mí Soppa de Azul es el mar y el mejor ingrediente de esta gran ‘Soppa’ son las Islas.

Sé que no es muy de marketing, pero es lo que soy. Siempre me complico un poco, con mucho gusto.

 
 

 

 

 
 

¿Qué perfiles profesionales podemos encontrar trabajando en el coworking?

En Soppa hay trabajando diversos profesionales: un fotógrafo, una joyera con una escuela, dos pintores, un especialista en impresoras 3D, un profesional de Marketing, un constructor, una empresa de formación, una psicóloga experta en genética, una dibujante de cómics, una editora de libros digitales, una empresa que nació aquí y que ha crecido y se ha consolidado en varios países con una plataforma para universidades. También encontrarás profesores de yoga y de meditación online, un directivo comercial de una empresa de chocolate, una traductora, etcétera.

Hay más de 15 nacionalidades distintas y gente que repite todos los años. En definitiva, todo tipo de profesionales trabajan o han trabajado en nuestro espacio.

 
 

 

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¿Qué es lo más importante para liderar una comunidad de profesionales creativos?

Yo no lidero ninguna comunidad, hago lo que puedo. Pero lo que sí puedo hacer es tratar a todos muy bien: intentar que estén cómodos, que la falta de medios para ser mejor se suplan con el cariño y con la atención. Y que ese trato no se quede en el trabajo, si no que llegue a cualquier otra cosa que necesiten durante su estancia en la Isla.

Siempre digo que venir a Soppa tiene que ser como llegar a un puerto seguro. Es decir, hay que intentar hacer más con menos. Y trabajar mucho, en mi caso unas 12 horas al día. Y luego pintar cuando puedo. O crear, como hago ahora, una tienda online con mis diseños en camisetas, en impresión 3D, e intentar que Soppa de Azul sea también una marca.

 

Tu espacio de coworking creativo tiene ya 8 años de vida. ¿Cómo conseguiste abrirlo sin grandes medios? ¿Cómo explicarías la mezcla de miedo y pasión de los emprendedores en los inicios?

Pues conseguí abrír gastando el poco dinero que me quedaba en acondicionar el local. Por ejemplo, en la parte de coworking empecé con unas mesas y sillas que traje de Madrid de la empresa familiar, que acababa de cerrarse. Luego muy poco a poco fui comprando más mesas y más sillas, hasta ahora. Creo que pasé de 10 mesas y sillas a las casi 50 que tengo ahora.

Al principio casi nadie sabía que era un coworking. Y los pocos ingresos venían de alquilar la sala Galería y de alguna venta de alguno de mis cuadros. Tardé por lo menos cuatro años para que el coworking arrancara de verdad, entendiendo que el coworking no es un gran negocio, da para pagar gastos y poco más.

Pero gracias a eso pude mantener mi estudio y seguir pintando. Además, el espacio está decorado con mis obras y con la colección que he ido comprando o intercambiando con otros artistas a lo largo de los años. El miedo sigue y la pasión también.

 

¿Qué es lo más gratificante de emprender tu propio negocio?

Emprender es un poco como jugar. Y jugar es divertido. Aunque a veces te la juegas de verdad. Por supuesto, poder vivir de lo que haces es muy gratificante. Pero en mi caso, después de haber tenido mucho y de haberlo perdido, la vida me ha enseñado a intentar ser feliz con poco. Y así sigo, con poco.

Aunque suene un poco tópico, emprender te permite conocer a mucha gente y aprender constantemente. Eso sería otra de las cosas más gratificantes de empezar y de gestionar un negocio, el que sea.

Emprender te permite conocer a mucha gente y aprender constantemente.

 

Dentro del coworking parece que hay un área especial para desarrollar proyectos creativos. ¿Qué proyectos han salido de ahí? ¿Alguno ayudó a mejorar directamente el barrio de la Isleta?

Realmente no hay un área de desarrollos de proyectos creativos, cada uno trabaja en su proyecto. Por ejemplo, uno de los proyectos ha sido la empresa Insendi, que surgió de la idea de John, un inglés que lleva años en Gran Canaria, y que gracias a su esfuerzo ahora da trabajo a más de 15 programadores y diseñadores canarios.

Con mi labor como artista, he creado y ayudado a crear Isletarte: hemos pintado la plaza del pueblo de La Isleta, el escenario del día de la Isleta o el escenario de la celebración de La Virgen de la Luz. También hemos invitado a los colegios e institutos a visitar el espacio de trabajo, las exposiciones y talleres. Ahora la Galería se ha convertido en oficina, por eso de las restricciones, y lo que queda de cultural, por llamarlo de alguna manera, son los talleres de artistas. Pero también creo  que el tipo de trabajador que viene a Soppa de Azul genera ya de por sí algo de riqueza en el barrio, tanto en lo económico como en lo cultural.

El profesional que viene a Soppa de Azul genera riqueza al barrio.

 
 

 

 

 
 

En Soppa de Azul no sólo ofreces un espacio de trabajo. También brindan “una buena visión de la vida en Gran Canaria”. ¿Cuál es esa visión que comparten?

La visión de la vida en Gran Canaria es que tenemos la playa al lado, gente amable, muchos fines de semana salimos a caminar y conocer la isla e incluso nos organizamos para viajar a otras islas del archipiélago.

La combinación de buen clima, playa, hacer amigos y buena conexión a internet hacen de Gran Canaria un lugar con un increíble potencial para ser, no solo un buen destino, si no para ser ‘El Destino‘. Como de hecho me ha pasado a mí.

 

Para terminar, un juego. Imagina que encuentras la lámpara maravillosa. Imagina poder pedir solo 3 deseos. ¿Cuáles serían?

Poder vivir de la pintura. Que Soppa de Azul siga creciendo. Y que esta revolución tecnológica, que ahora estamos viviendo, acelere también lo humano y el bienestar de las personas.

 
 

 
 

**Más información sobre el coworking creativo Soppa de Azul aquí.  

 

*Edición: Elena Castellano
**Fotografía: Arcadio Suárez

 
 

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