mency franco y pedro betancor

10 años de emprendimiento y de esfuerzo: una pequeña historia del Camping de Playa de Vargas

Mency Franco y Pedro Betancor abrieron el Camping Playa de Vargas en plena crisis económica. No dudaron en dedicar todo el cariño necesario para hacer realidad su negocio, en un entorno privilegiado, rodeado de la calma de la costa de Agüimes. Dividieron su camping en zona de cabañas de madera y en áreas de refugio para tiendas de campaña. Sumaron también espacio para autocaravanas, caravanas o furgonetas homologadas. Y añadieron un parking y un restaurante de comida casera, preparado para eventos de gran aforo. Hoy el camping es mucho más que el punto de reunión de los incondicionales del windsurf o el kitesurf. Es una opción redonda para cualquiera que elija descansar, detenerse a escuchar las olas y el viento, o contar las estrellas que visitan Vargas.

 

¿De dónde partió su idea de negocio?

El camping abrió sus puertas un 28 de octubre de 2010. Mi marido, Pedro Betancor, y yo hemos sido siempre muy emprendedores, nos encontramos esta oportunidad de negocio y decidimos investigar sobre los servicios que se podían ofrecer en este entorno precioso, en Playa de Vargas. Queríamos hacer algo diferente. Algo distinto, al menos a lo que comúnmente refiere a los camping en Canarias. Sobre todo queríamos que el lugar brindase al cliente mucha tranquilidad, descanso y contacto con la naturaleza.

 

¿Qué experiencia aporta alojarse en un camping, frente a otro tipo de establecimiento?

El camping de Playa de Vargas está ubicado en un entorno abierto. Además está muy mimetizado con la naturaleza, y está situado justo al lado del mar. Por los caminos de los alrededores, por los senderos, puedes llegar a las salinas y a espacios naturales protegidos, con flora y fauna autóctona de la zona.

Desde los refugios y en las zonas de cabañas se puede oír el mar. Puedes escuchar el movimiento del oleaje y el sonido de los callaos. En la noche, se escucha el canto de las pardelas y logras ver las estrellas desde cualquier zona de acampada. Se trata de una experiencia diferente a la que oferta un hotel, aunque al mismo tiempo ofrecemos servicios de restaurante y así logramos que los clientes se sientan siempre muy cómodos.

 
 

 

 

 

 
 
 

Tanto Vargas como Pozo Izquierdo son gigantescos polos de atracción de deportistas de toda Europa. ¿Ustedes reciben muchos windsurfistas? ¿Qué necesidades tienen con respecto a otro tipo de clientes?

Sí, tenemos clientes windsurfistas y kitesurfistas que son asiduos del camping, todos los veranos. También alquilamos taquillas donde pueden guardar su material deportivo. Aunque sobre todo lo que suelen utilizar son los servicios de restauración. Pero realmente, con respecto a sus necesidades, no son muy distintas al resto de clientes. A ellos también les encanta el contacto con la naturaleza y disfrutar de las vistas hacia la playa.

 

¿Cuentan con más huéspedes locales, con nacionales o con internacionales?

Evidentemente antes de la pandemia, y según estadísticas, nuestros clientes eran en su mayoría internacionales. Pero en estos momentos trabajamos con locales y algunos nacionales.

 

Si nos remontamos a los inicios del negocio, ¿qué dificultades encontraron al empezar?

Al comenzar encontramos dificultades de todo tipo. En el 2010 estábamos en plena crisis económica. Todo el mundo cerrando y ahogados porque no podían pagar facturas, y nosotros emprendiendo un negocio de la nada, sin referencias y sin clientes.

El camping Playa de Vargas no es un sitio de paso, por lo que tuvimos que darle una ubicación en internet y luego propiciar que los posibles clientes nos conocieran por medio de las redes sociales. Además los proveedores no daban buenas condiciones de pago a las empresas. Y los usuarios, al principio, debido a que su situación económica era mala, recortaban en gastos de ocio. ¡Comenzar de cero ha sido muy difícil!

Emprendimos un negocio de la nada

 

¿Quiénes trabajan en el día a día en el camping? ¿Nos relatan un día de trabajo corriente?

Disponemos de un gran equipo de trabajadores, muy profesionales. Y sobre todo, humanos en el trato con el cliente. Desde el personal de limpieza hasta el chef de cocina, pasando por los camareros, recepcionistas y dirección, aquí todos forman una gran familia.

Un día de trabajo comienza como en cualquier empresa que se dedica a la hostelería y al alojamiento. Comenzamos a las 9 de la mañana y normalmente el personal de dirección finaliza su jornada a las 23:00. Entradas y salidas de clientes, programación de eventos para restauración, son a grosso modo las tareas más comunes en un día cualquiera.

 
 

 

 

 
 


No hay ningún establecimiento turístico en la isla que no haya visto reducida su actividad por el COVID-19. ¿Pero a Uds. cómo les afectó la pandemia?

El 13 de marzo tuvimos una boda en el restaurante y justo el día después, el 14, tuvimos que cerrar las puertas a consecuencia de la pandemia. La actividad del camping no se reanudó hasta principios de julio. Entremedias pasamos 4 meses de incertidumbre y de trabajadores en ERTE.

La pandemia nos ha afectado mucho y todavía nos afecta porque los touroperadores aún no vienen. Por otro lado, la actividad económica del restaurante y del camping también ha bajado notablemente.

 

¿Cuál creen es la sensación que se llevan los clientes al terminar su estancia?

Por lo general, nos comentan que les ha gustado mucho la experiencia. Los clientes nos dicen que el camping está limpio, cuidado, muy cómodo y que se adapta a sus necesidades. Pero, sobre todo, nos dicen que repetirán.

 

¿Nos cuentan una anécdota que les haya marcado en la historia del negocio?

Son muchísimas las anécdotas que se han vivido en el camping. Tanto desde el punto de vista de restauración, como de personas que se han alojado aquí.

Por ejemplo, recuerdo con mucho cariño a un señor alemán que llegó en silla de ruedas y estuvo una temporada con nosotros. Su cara reflejaba la alegría por estar aquí y, apoyado en los dos troncos que le quedaban como piernas, montaba su tienda de campaña. Fabricaba móviles reciclando garrafas de agua. Y hasta adoptó una gallina que entró un día a las puertas del camping. Una mañana llegó a recepción y con un huevo de la gallina en la mano nos dijo: “¡Soy papá!”. Según nos comentó, trabajaba en la construcción y por un accidente laboral quedó en silla de ruedas. La historia nos ha marcado porque un día decidió viajar a Portugal, a otro camping, desde allí pensaba ir para Alemania. Pero nunca llegó, desapareció cuando se dirigía al aeropuerto.

 

Después de estos años, de tantos huéspedes y días de trabajo, ¿cuáles dirías que han sido las claves del éxito para mantener su negocio activo?

Pienso que la clave para mantener activo el camping ha sido la lucha día a día, el trabajo constante. Y también la innovación en tiempos difíciles. Esas han sido las claves para mantenernos en pie.

 
 

 

 

 
 

*Más info sobre Camping Playa de Vargas en su web y Facebook

 

*Edición:Elena Castellano / Fotografía: Arcadio Suárez
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