Las Salinas de Pozo Izquierdo dentro del Parque Cultural Tenefé, en Santa Lucía, forman un paisaje singular en color rosa que embelesa a todo visitante. No es solo la magia de este lugar lo que lo convierte en algo único. Desde el punto de vista histórico, patrimonial y medioambiental Las Salinas de Tenefé son un espacio sin igual, que se ponen cada día en valor gracias a la apuesta decidida de tres hermanos, que a pesar de los sinsabores han sabido hacer de este enclave un punto atractivo y visita obligatoria en Gran Canaria.
Mauricio, Manuel y Sebastián ‘Chano’ Navarro, a los que recientemente se ha unido el cuarto de la familia Agustín, estuvieron a punto de tirar la toalla con un proyecto que lideran desde hace 7 años. De manos de la empresa BRC Infraestructuras Hidráulicas, esta familia vinculada al agua en todos sus ámbitos decidió hacer de la tradición un negocio, y seguir adelante a pesar de las dificultades. Ahora “empiezan a recogerse los frutos del sacrificio realizado”, celebra Chano Navarro, orgulloso de la decisión valiente que tomaron años atrás de rescatar un espacio que iba directo a la ruina.
El parque cuenta con 200.000 metros cuadrados, con 20.000 de salinas, donde se produce la Flor de Sal, el producto estrella de la zona y única que se obtiene por encima del agua. Más de 80 oligoelementos y un 50% menos de sodio son algunas de las características que la convierten en un producto inigualable y Gran Medalla de Oro de Canarias. No es la única sal de los hermanos Navarro con medalla, ya que la escama, la sal fina y la lágrima, también son valoradas entre las mejores de las islas.
Este ambiente acaba con las malas energías..
Aunque tiene un horario para el restaurante y el bar “siempre dejamos margen porque una vez se sientan, de aquí no se quiere marchar nadie”, asegura Chano entre risas. Por eso es habitual que la madrugada les abrace en las salinas, en un ambiente que “corta lo negativo, acaba con las malas energías”.
Comida típica canaria, vinos de la tierra, y un paisaje que parece nieve rosa son algunos de los secretos que conquistan a los residentes y turistas, que “si vienen, siempre repiten”, asegura Chano. El centro de todo, la sal de Tenefé, protagonista de los platos y del paisaje, y que como aseguran los hermanos Navarro “no es como las demás, no es fuerte”, es “muy ligera y esponjosa y potencia todos los sabores”.
“Aguacate con aceite y sal, simple pero que a la gente le enamora” y preguntan “de dónde son los aguacates, qué buenos” para darse cuenta de que “es la sal la que hace la magia en el plato, potenciando todos los sabores”. Antes de la pandemia, y nuevamente hace unas semanas, los extranjeros arriban a las salinas y se van “locos por la sal”, ahora regresan de nuevo para conocer este enclave y todos sus secretos, la casa, su centro de interpretación y museo y las salinas.
Esta sal potencia todos los sabores
Quien la prueba “vuelve a buscarla”, y así lo demuestran algunos de sus clientes, alemanes, holandeses, ingleses, y de todos los países de Europa. “Se han llegado a llevar kilos y kilos de sal, más de 240 euros en un mismo viaje” y cuando se les acaba “regresan a por más”.
La Sal de Tenefé no tiene comparación, pero las salinas son más. Una visita de 45 minutos explica más de dos siglos de historia, que se han mantenido no solo por la excepcionalidad del producto sino por las propiedades que atesora. El color rosa, es fruto de la artemia salina o Dunaliella, un crustáceo microscópico que aporta betacaroteno y un color característico, además de un sinfín de propiedades.
En este lugar también se pueden contemplar enterramientos aborígenes del siglo XII, nidos de ametralladoras de la Segunda Guerra Mundial; y una de las Salinas más bellas y auténticas, construidas en el siglo XVIII. La conjunción de todos estos elementos forman un aura que según los amantes del yoga rompe con las malas energías, un refugio de calma y paz y del que la gente “no se quiere marchar”, asegura Chano Navarro.
El recorrido es Bien de Interés Cultural desde 2005, en una ruta por los diferentes asientos de barro, tomaderos de captación, cocederos y estanques donde el agua del mar se concentra y se convierte así en cristal o tajo. Un producto que sabe a Atlántico y que es altamente codiciado no solo en la gastronomía canaria sino en las cocinas de medio mundo, 100% artesanal y natural, delicada y sutil. El cocinero internacional Wolfgang Grobauer lo sabe bien, y usa la sal de Tenefé en sus platos más selectos.
Trabajar en las salinas “es cansado, pero felizmente cansado”, bromea Chano Navarro, “es diferente y más apacible”. Ya le han pedido el espacio para diferentes eventos, clases de yoga y meditación, celebraciones, porque cuando el atardecer se esconde en las salinas, “es como si se parase el tiempo”.
Las Salinas de Tenefé son parte de un complejo etnográfico de finales del siglo XVIII, que aún conserva un pequeño edificio de dos plantas, utilizado hace siglos por los salineros, ahora reconvertido en salas de exposición.
Las salinas fueron construidas a finales del siglo XVIII, con tres molinos de viento que marcaban su singularidad en el horizonte. El objetivo era vender la sal a los barcos de pesca que faenaban en la costa del caladero canario sahariano, además de abastecer el consumo insular. En Canarias llegaron a existir más de 60 salinas a finales del siglo XIX, ahora mismo son escasas las que han logrado mantenerse inalterables al paso del tiempo.
Las salinas son ahora un punto de atractivo que habla de tradición y de los oficios de toda la vida vinculados al Atlántico. La antigua casa del salinero sigue en pie, una edificación tradicional que hoy es Centro de Interpretación y que explica entre recuerdos y guiños al pasado las características físico-químicas de la sal y sus peculiaridades, los beneficios que aporta su consumo y un vistazo atrás a cómo la sal fue durante décadas clave en lo social, económico y cultural en la zona.
A orillas del Barranco de Tirajana, este enclave era parte del conjunto salinero del Conde de la Vega Grande y Guadalupe, el más importante de la isla, que convive con restos arqueológicos y que conserva un molino de sal tradicional, con el sol y el viento como protagonistas de uno de los oficios más antiguos del mundo.
Toda la información sobre Visitas a Las Salinas de Pozo Izquierdo en su fanpage.
Texto: Laura Bautista.
Fotografía y video: Arcadio Suárez