Bartolomé Rodríguez trabajó en el campo toda la vida, y fue allí donde un día encontró un lugar que le enamoró. Dentro de una masa volcánica vio el negocio de su vida, al que dedicó más de 40 años de trabajo, tesón y todo su cariño. Pilar, su hija, recuerda la infancia más feliz de todas, y no puede evitar sonreir cuando rememora cómo ayudaban a sacar tierra de aquellas cuevas, como los niños aprovechaban para deslizarse ladera abajo con apenas un cartón por trineo…
La visión de su padre se convirtió poco a poco en uno de los negocios familiares más emblemáticos de la isla. Y uno de los más curiosos, nacido de la misma montaña y que aún mantiene esa esencia auténtica que le regaló la naturaleza. Fue una obra faraónica. Pero con esfuerzo, la ayuda de un pueblo unido y las herramientas de la época, en 1971 nació el restaurante Tagoror, que tiene sus mesas casi colgadas de un paisaje que le baila a sus pies, único y espectacular.
La cueva Tagoror está dentro del municipio de Ingenio, en la denominada ‘Montaña Las Tierras’ . Pintoresco y panorámico, el restaurante viene acompañado de las Casas Rurales de Guayadeque, una prolongación de la magia que ha construido la familia Rodríguez. “Muchos se alojan una noche y nos piden quedarse una o dos más, se quedan encantados”. Y es que lugares como este hay pocos en la isla.
“Lo único malo es que aquí no tenemos internet”, lamenta Pilar Rodríguez, aunque esa podría ser hoy en día su mejor ventaja, y quizás haya quien se decida por este lugar precisamente por eso.
El Restaurante Tagoror tiene los pies bailando sobre el paisaje
“Tenemos una clientela buenísima”, confiesa Pilar, y es que a cada comensal lo tratan como su fuesen de su familia. La familia de los Rodríguez es mucho más grande que aquellos a los que une un apellido, “aquí en aquella época apenas éramos unos 10 vecinos, y nos ayudábamos unos a otros, crecimos juntos”.
La carretera llegó después que ellos, antes “caminando o en mula para llevar los productos”, recuerda. Y quizás ese sea uno de los motivos que ha permitido a este lugar mantener intacta su esencia.
En el restaurante trabajamos ahora 26 personas
“En el restaurante trabajamos ahora 26 personas, y yo los siento como de la familia”, señala Pilar Rodríguez, “algunos llevan trabajando aquí hace más de 20 años”, y celebran y se preocupan como si fuesen todos de una misma sangre.
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Pilar confiesa que a ella el restaurante le encanta, “hemos crecido aquí”, y es que tanto ella como sus hermanas y hermanos han ayudado a mantener vivo este lugar, que cada año recibe más clientes para ese amor a primera vista. “La cocina es como la de una casa, casera y cocinada con amor”, explica, y aunque ella no puede decir que no a una ropa vieja son muchos los platos de la carta a los que es difícil resistirse. “Las albóndigas, el gofio escaldado, el potaje, queso semiduro, las papas arrugadas…”
Parte de su magia es la de ser embajadores de la isla y es que a los turistas que acuden a descubrir el paisaje les enseñan “un poco de lo nuestro, de lo canario”, que se llevan a sus países de origen o a Península como parte de esa experiencia sin igual que ofrece Tagoror, o “La cueva de Bartolo”, como la llaman los de la zona.
La cocina es casera, hecha siempre con amor
“De nada sirve tener una carta muy buena si luego no das un buen servicio”, apunta Pilar, y ese es el objetivo del restaurante, que “todos salgan encantados y deseando volver”. Ese es parte de su secreto, asegura, y uno de los miles de motivos que han convertido a Tagoror en uno de los restaurantes más premiados en comida canaria, tanto en lo nacional como en lo internacional.
“Lo que más vienen son alemanes e ingleses, esto les encanta” y se van con “un potajito con gofio, que eso cuando hace frío es mano de santo”. Al año pueden pasar por el restaurante hasta 300.000 turistas. A ella la buena comida “le pierde”, confiesa, y es que viene de una familia de cocinillas.
Al año pueden pasar por el Tagoror hasta 300.000 comensales
A pocos metros del Restaurante Tagoror nos encontramos las Casas Rurales de Guayadeque, que son un lugar donde dejarse enamorar de la grandeza del paisaje, un refugio donde el silencio y la naturaleza rodea a sus huéspedes para regalarles, por unos días, una estancia sosegada donde vivir sin prisas.
El entorno envuelve tanto al huésped como al cliente del restaurante. Un paisaje apabullante. Deja boquiabierto al visitante y al residente, da igual cuántas veces hayan pasado por allí.
Nos cuenta Pilar cómo las recetas de su madre han ido pasando de generación en generación, hasta hoy. “Cuando empezó el restaurante estaba ella sola con mi tía, y salían adelante, con mi padre en la barra y nosotros echándoles una mano”, recuerda.
Las recetas de mi madre siguen pasando generación a generación
Explica Pilar Rodríguez que ahora son más de una veintena en la plantilla del Restaurante Tagoror, y que eso es algo que hace que sus padres estén tan orgullosos de lo que han creado, fruto de tanto trabajo, fruto de tanto esfuerzo.
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*Restaurante Tagoror.
Montaña Las Tierras 21. Guayadeque. Ingenio
**Visite la web: www.casasruralesdeguayadeque.com
Texto: Laura Bautista /
Fotografía: Arcadio Suárez + imágenes cedidas por la familia