Envuelta en el Valle de Agaete, entre las Montañas Sagradas de Gran Canaria, una niña juega en una finca centenaria. ‘La niña de La Laja’ creció entre naranjeros en flor, en los recovecos de la bodega, entre aguacateros y frutales, en uno de los lugares mágicos del municipio de Agaete. Esa niña pequeña, hija y nieta de empleados, nunca imaginó que su sueño se haría realidad, que ese rincón bañado por el sol que se deja caer por las montañas algún día sería suyo.
Carmen Jorge, ‘la niña de La Laja’, pudo comprar junto a su marido, en 1992, la finca donde creció y el lugar que la enamoró, en el valle donde hoy crece el cafetal más al norte del mundo y el único café de toda Europa.
Ella compró más que una finca, compró los recuerdos de su familia. Porque ya son cinco generaciones las que han cuidado y mimado un lugar que respira una energía diferente. Así lo define su hijo Víctor Lugo, que está al frente de la Bodega y de la actividad turística de la finca La Laja y Los Berrazales.
La finca La Laja y Los Berrazales tiene 12 hectáreas de terreno en un llano que nace y duerme al pie de las montañas más antiguas de la isla. Mecida por Tamadaba, que protege el Valle con sus paredes verticales y que regala agua y la bendición de su salvaje paisaje, esta finca es un paraíso verde que inspira a Sudamérica, llena de personalidad e identidad, salpicada de curiosidades que la hacen única. “Esta enorme roca se desprendió de la montaña y cayó en la mitad del terreno, la bodega se construyó alrededor de ella”, explica Víctor Lugo, que también viste sus recuerdos de niño con el olor de los naranjeros.
Víctor se conoce el lugar como la palma de su mano, y salta de un rincón a otro con pies ágiles. “Este lugar es precioso”, le dicen los visitantes, y él afirma con la cabeza, feliz de constatar que esta finca se ha ganado a un enamorado más.
Defendemos los productos de kilómetro cero
La historia de esta finca hunde sus raíces en el valle de Agaete, a los pies del camino de La Rama, una ruta transitada por los aborígenes y donde se construyó un complejo indígena de medio centenar de casas, las cuevas de Berbique.
No es la única curiosidad que protege en sus fértiles hectáreas, hogar de dos pinos centenarios que, con cerca de 400 años, son los más antiguos de la isla de Gran Canaria. “Esta finca tiene mucha tradición familiar”, confiesa Víctor, “para nosotros es un orgullo ser propietarios del lugar donde trabajaron mis padres, y antes de ellos mis abuelos y tatarabuelos”, recuerda. Con ellos se plantó el resto de la finca y se montó la bodega, la más visitada de Canarias, con más de 80.000 personas cada año.
Contamos con la bodega más visitada de Canarias, con 80.000 personas/año
A día de hoy la finca La Laja y Los Berrazales produce 40.000 botellas de vino al año, que se venden íntegramente en la propia finca, donde se recogen más de 120.000 kilos de naranja y 3.500 kilos de café verde. “Defendemos los productos de Gran Canaria, kilómetro cero” en una “apuesta por el sector primario y el turismo, para que la gente pueda descubrir la otra Gran Canaria”.
Confiesa Victor que esto es lo que más le gusta de su trabajo, “descubrirles una finca típica canaria, con una familia canaria detrás, para que puedan probar lo nuestro”. Si no fuese por visitas como las que organizan “muchos visitantes se marcharían solo conociendo la Gran Canaria turística” y perdiéndose “los lugares mágicos de nuestra isla”.
Víctor Lugo tiene este empeño, que “prueben los productos de la zona, que conozcan a la gente del destino”, porque “Agaete es propicio para eso, por lo pintoresco que es nuestro pueblo y la magia del Valle”. A Gran Canaria se la llama el continente en miniatura “y este lugar lo demuestra”, porque entrar en la finca es adentrarse en un sueño de otro continente, que parece Colombia pero sabe a Gran Canaria.
El secreto de la finca está en sus productos, en ese sabor único que tiene el Valle, pero también en el trato cercano “porque así somos los grancanarios”, señala Víctor. El reto a futuro es “aumentar más la producción y seguir sumando calidad en los productos”, un desafío que le apasiona, asegura. “Me apasiona el campo, la felicidad de la gente que nos visita”, explica, “no sabes lo orgulloso que me siento de mostrar esta Gran Canaria”, verde, auténtica, tradicional y llena de vida.
“Somos la puerta donde la gente entra y descubre la isla”, esta finca “tiene una energía especial que se trasmite” y que quienes visitan la finca reconocen. “Cuando llegan bromean sobre que les ha sido difícil llegar, pero cuando se van confiesan que lo verdaderamente complicado es tener que irse”. Eso significa que “se han enamorado de la finca tanto como yo y eso me hace feliz”.
“Hemos recibido un legado que tenemos que entregar igual o mejor de lo que lo recibimos”, expresa, es una premisa que tiene su familia, comprometida con la suerte del Valle. La gente que cada día se enamorara “nos da las gracias por mantener algo tan bello” y es que parte de su legado familiar es “poner en valor el paisaje” que les regala Agaete. El enclave de la finca “es algo que no tiene nadie” y que se los pone muy fácil, asegura.
Hemos recibido un legado que debemos entregar igual o mejor
En La Laja y los Berrazales “trabajamos toda la familia de una forma u otra” conformando en total una plantilla de 15 trabajadores que miman esta finca cada día, unos 8 en turismo y promoción, otros 5 en elaboración del vino. A veces necesitan ayuda, sobre todo en la vendimia, que “se recoge íntegramente de noche para darle al vino un sabor especial”.
“Recuerdo de niño el olor de los naranjos, la emoción de cuando íbamos a comprar la finca”, rememora Víctor, “son emociones clavadas para el resto de la vida”, que hacen que este, más que un proyecto económico “sea un orgullo personal y una satisfacción”.
Cada día mejor, un vino más especial, un café de más calidad, que la gente se sienta en casa. Los retos de Víctor Lugo y de su familia también se cuecen a fuego lento en el ‘restaurante Casa Romántica‘, que recuperaron para maridar la cocina de siempre con los productos de Gran Canaria.
“Empecé con la bodega y el café, y confieso que me apasionan esos mundos”, porque aún tras años dedicados a estos sectores “son nuevas añadas, cada vendimia es diferente”. Para él, esa sorpresa que les regala la tierra es parte del secreto, pero es la familiaridad con la que tratan a la gente lo que les define.
Entrar en esta finca es dejarse contagiar de una pasión que les corre por las venas. “Me sigo sentando en un rincón, en medio del cultivo, para pelar una naranja con las manos y disfrutar de esto”, confiesa, en una tradición que vive desde niño.
“Esta finca son ratos con la familia, con mi gente”, cuenta Victor Lugo. Y aunque quizás sea su lugar favorito confiesa que es una elección complicada, “a mi cada rincón de la isla me tiene enamorado”.
Este lugar tiene una energía especial que se transmite
*Visite la Web de Bodega Los Berrazales y Finca la Laja.
**Descubra la gastronomía y el producto local de Gran Canaria en Restaurante Casa Romántica
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Texto: Laura Bautista /
Fotografía: Arcadio Suárez