Macarena: emprendedora, ganadera, quesera y la fuerza de ‘Quesería del Rosario’

Macarena Rosario se levanta antes que el sol, literalmente. Cuando le dicen que sus días son más largos que los del resto de las personas se ríe humildemente, y es que el secreto no es tanto las horas dedicadas sino que ella es una trabajadora nata. “Quien quiere, puede”, dice con confianza esta emprendedora, gerente, ganadera, quesera, empresaria, distribuidora, community manager y madre de familia. Macarena lleva con pasión la Quesería Artesanal del Rosario, un pequeño (gran) negocio familiar en los altos del valle de Agaete.

Se levanta muy temprano, pero esa parte no le pesa. “Yo soy ganadera antes que quesera” y es que el amor por los animales es algo que la ha acompañado toda la vida. “No estaba en mis planes ser gerente de una quesería”, admite, pero por el negocio que habían levantado sus padres valía la pena luchar. El terreno es herencia de sus abuelos, una “tierrita” agradecida en Los Llanos de Piletas. “Mi abuela paterna tenía animales y con ellos mantenía a la familia” y también “sabía hacer queso” algo que heredaron todos en casa.

 
 

 
 

El resto, es cosa de sus padres. Ellos fueron los que hicieron del sabor una seña de identidad familiar, con un negocio que levantaron hace ya varias décadas. Gregorio y Antonia, conocidos por Lolo y Toñi, apostaron firme por lo que hoy es una pequeña quesería artesanal llena de amor al detalle.

Estas dos personas se cruzaron afortunadamente en la vida para hacer de un sueño una realidad. Él dejó su oficio, la carpintería, y ella su trabajo de administrativa y la capital para mudarse a Agaete y levantar juntos los dos grandes proyectos de sus vidas. El primero fue la familia y sus tres hijos, Francisco José, Macarena y Almudena, a quienes les trasladaron su gran amor por los animales, el otro es lo que hoy, y desde 1996, se etiqueta como Quesería Artesanal del Rosario.

Desde 1996 se etiqueta el Queso del Rosario

Ya Lolo vendía leche y cuando había más capacidad “la transformaba, que fue de donde empezó el queso”, con apenas “tres cabras, dos ovejas y una becerra” y con el que la Quesería Artesanal del Rosario empezó a andar, como uno de los primeros quesos frescos que se alistaron al registro sanitario en la isla. Cuando falleció Lolo, la quesería pasó a manos de Macarena y ahora, junto a su madre Toñi que siempre está para echarle una mano, gestiona un trabajo ingente que tiene un gran sabor.

 
 

 

 

 

 
 

El amor es hereditario, y la pasión se trasladó a ella y sus hermanos, todos ellos vinculados al campo y la tierra. En sus fotos familiares, la naturaleza es siempre el escenario, y el contacto con los animales es constante.

Los premios no garantizan el cliente

La Quesería Artesanal del Rosario cuenta en este momento con 21 vacas (y dos becerros) y 35 cabras, que son la base de un queso con textura, sabroso, buen aroma, sin grano y de una cremosidad única para un queso de pasta dura. Así lo definen los clientes, como parafrasea Macarena. Los quesos de la Quesería Artesana del Rosario se presenta a concursos, pocos y selectos, porque “el mejor catador es el consumidor final, el amante del queso”, y así lo ve ella.

Es quien lo prueba y quien decide las características que tiene a su paladar y la que le gustan a él o ella y “ese es el mejor jurado que existe”.

Tienen varios reconocimientos, como el reciente primer premio en queso tierno de mezcla del XXIX Concurso Insular de Quesos de Gran Canaria, pero en esta microquesería de Agaete no los tienen a la vista. “Los premios no te garantizan el cliente”, al que “nos gusta escuchar para que nos digan su opinión”, y para esta ganadera y quesera “eso sí que es un premio”.

Macarena trata ahora de trasladar esa pasión a quienes consumen sus quesos, a quienes se acercan a la quesería y a escolares y nuevas generaciones, que pueden experimentar lo que es este oficio en primera persona. “Este queso está principalmente en la comarca norte, pero también está en Península”, celebra.

Si te gustan los animales, dedícate a esto y hazlo con pasión

Para ella este trabajo es sacrificado, eso no lo niega nadie, asegura, pero no más que otro oficio.

“Lo verdaderamente sacrificado es dedicarse a algo que no te apasiona, simplemente por el dinero y amarrado a una situación que no gusta”, porque “el tiempo dedicado a lo que realmente te gusta es tiempo ganado”, asegura Macarena, y así lo ha trasmitido al relevo generacional de su familia. “Si lo que te gusta son los animales, dedícate a eso y hazlo con pasión”, el resto del trabajo “contrata a alguien que ame esa parte y sea bueno en su trabajo”.

Para ella la ganadería y la quesería “tiene tanto trabajo diferente, que alguno seguramente gusta, administración, comercial, la parte turística… ”, y para ella eso es lo importante. “Yo quiero que mis hijos transformen esta empresa”, confiesa.

 
 

 

 
 

Ponerse al frente de la quesería a ella la ha hecho más fuerte, y la ha acercado más a los animales, que siempre fueron su vocación. Aunque depende de la estación del año, cinco días a la semana Macarena transforma 200 litros de leche en unos 5-6 quesos de tres quilos. “En mi casa somos todos muy queseros”, ella en concreto prefiere el curado, su madre apuesta por el semicurado y su sobrino ama “el más fuerte, ese que pica la boca”, explica con una sonrisa.

La pandemia enseñó a valorar el negocio de proximidad

Macarena confiesa entre risas que es intolerante a la lactosa, “sí, una quesera que no puede comer queso, exacto”, bromea. Aunque también asegura que no se puede resistir a probar un poquito de vez en cuando y en “momentos puntuales”. El que más se vende es el semi, y el mezcla, aunque “cada uno tiene su preferido, y eso es una gran virtud”.

En la pandemia de la Covid-19 quedó en evidencia la importancia del cliente fiel y que les elige ante los demás por sabor, por textura, por cremosidad y por lealtad. Aguantaron el tirón e incluso se fortalecieron. La pandemia enseñó algo que es una suerte, “a valorar el negocio de proximidad, de calidad y artesano”.

De todo siempre hay que sacar el lado positivo, y ella es experta en darle siempre optimismo a todo. “Imagina la suerte que tengo de trabajar aquí, en la naturaleza y con los animales”, expresa, “es una fortuna”.

Su madre Toñi sonríe mientras Macarena habla con brillo en los ojos, y es que mientras ella atiende la leche y el cuajo, vela por todo lo que pueda necesitar. Los quesos que guarda tras una cortina son un tesoro que bien vale el esfuerzo realizado.

 
 

 
 

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Texto: Laura Bautista – Fotografía: Arcadio Suárez