Paqui Pérez y Pepe Ortega (Francisca Olga Pérez Navarro y José Miguel Ortega Suárez) son la tercera generación de los Quesos La Gloria, en los Altos de La Gloria, en San Agustín, municipio de San Bartolomé de Tirajana. “Nos dimos cuatro años para ver si funcionaba el negocio, y ya hemos cumplido los 20”, asegura Paqui entre risas, “nunca pensé que acabaría haciendo quesos, pero ¡quien me mandaría a enamorarme de un ganadero!”, bromea.
Cuando los suegros de Paqui se jubilaron, ella transformó su trabajo de camarera de piso aprovechando que se le acababa el contrato para cambiar de vida. “Mi marido era ganadero de toda la vida, de padre y de madre y de larga tradición ya desde sus abuelos, y nos vinimos para arriba”. Desde entonces custodian juntos a las cabras felices de Tirajana.
El secreto de los Quesos La Gloria es ese, “la calidad y el cuidado de los animales, la comida y tener un buen queso año a año”. Y es que las 2.500 cabezas de ganado de Paqui y Pepe “están siempre sueltas, viven en el campo” y claro, esa es la clave de un producto único. Elaboran 300 kilos de queso diarios, y de todo tipo, “artesano, uno a uno, a mano y con mucho amor”. La materia prima es muy importante, la mano de la persona que lo corta también, es todo un engranaje que funciona a base de mimo y un trabajo al detalle, con un negocio familiar que ya ha cumplido más de 53 años.
De pimentón, ahumado, leche cruda de cabra, cremoso, rulo de cabra tipo francés, semicurado, gofio, orégano, curry, queso azul y el añejo… que solo producen dos veces al año y “vuela”, asegura. A Paqui le encanta esto, “trabajar con las manos, elaborar y crear nuevos quesos, ir variando, así vamos también captando nuevos públicos”.
Por fortuna “nos va bien” y durante la pandemia “vendimos toda la producción, no nos podemos quejar, el negocio rueda”, celebra.
No ha sido por suerte ni por casualidad, el éxito es fruto de la felicidad de sus animales y muchas horas de sacrificio. También empujan detrás de ellos sus dos “niñas”, Omayra y Sara, que “bueno niñas no, que ya son dos mujeres”, ríe. Ellas podrían heredar el negocio, pero solo si así lo eligen ellas. “Este es un trabajo muy sacrificado, son 24 horas al día, las cabras no entienden de enfermedad, de cansancio o de festivos”. Paqui y Pepe trabajan “de lunes a lunes” aunque tienen dos días ‘libres’, y los llaman así porque son días de no hacer queso, aunque también se trabaja.
la vida del ganadero es así, un continuo tirar adelante
Por un lado, el negocio ya está montado y les haría feliz poder entregárselo a sus ‘niñas’, pero es un encargo agridulce, “es un trabajo bonito, pero también duro”, porque “la vida del autónomo y del ganadero es así, un continuo tirar adelante”. Ellas conocen el negocio, los repartos y pedidos, y eso les permite respirar un poco a Paqui y Pepe.
Y menos mal, porque hace unos años decidieron dar una nueva vuelta de tuerca, la tienda. “Que sea lo que Dios quiera”, le dijo a su marido, “si cerramos no seremos los primeros”.
Saliendo de la pandemia de la Covid-19, en septiembre de 2020, parecía un salto arriesgado, pero lejos de cerrar han creado un nuevo punto de peregrinaje para los amantes del queso, en El Tablero de Maspalomas (Calle Brasil 45). Ilusión, ganas y mucho trabajo y sacrificio han edificado un lugar que ahora es un enclave habitual para quienes define como una clientela fiel. “Tenemos muy buenos clientes”, y con ellos el esfuerzo vale la pena. Este ha sido el empuje que ha llevado a este negocio familiar a fortalecer la tradición, y a extenderla por toda España.
“Los quesos La Gloria están en todos lados, somos muy afortunados” y es que el secreto de estas cabras se vende en Madrid, en tiendas gourmet de Península, y en varias de las islas canarias. “Tenemos clientela suiza, alemana, italiana, a los extranjeros les gusta” y así viaja desde Tirajana al mundo entero, con un sabor 100% canario que atraviesa los océanos.
El éxito es fruto de muchas horas de sacrificio
Solo el pasado año recibieron ocho premios, entre ellos el ‘Mejor queso de Canarias 2021’, además de la doble medalla de oro en el queso de gofio, y en los World Cheese Awards también oro y bronce. “Todos los quesos se venden, están a la par” y cada uno tiene su preferido. Para ella, semicurado o de gofio ya que “tira de sabores más suaves”, asegura, al contrario que su familia que “se inclina por el de pimentón y el añejo”, los más fuertes son los que enamoran al padre y sus hijas.
“Tú sabes eso de ‘en casa de herrero, cuchara de palo’, pues eso en esta casa no pasa”, dice entre bromas. En su mesa no falta nunca el queso.
Paqui y Pepe se conocieron en Juan Grande y “ahí empezamos y mira ahora”, recuerda con nostalgia, “nunca pensé que iba a terminar en la ganadería y cuidando del ganado la verdad, pero oye, eso es así y así se nos dio la vida”. Mientras habla se le reconoce la sonrisa, “nos van las cosas bien, y eso es lo importante”.
Para alabar su producto nunca le faltan las palabras, “si te gusta el queso tienes que probarlos, te van a encantar seguro”. Y esa confianza y convencimiento pocas veces falla.
El letrero es discreto, la hacienda amarilla, el camino encantador. En el sur de Gran Canaria y donde parece casi irreal que haya ganado, viven estas cabras afortunadas, al refugio de una familia que las cuida como a nada y de unos perros pastores obedientes que son vigías permanentes en la zona.
Nuestro negocio familiar ya ha cumplido 53 años
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*Texto: Laura Bautista
**Fotografía y Video: Arcadio Suárez
/ El reportaje incluye fotos cedidas por la familia Ortega-Pérez.