Este restaurante del municipio de Agüimes es mucho más que un lugar para comer. ‘La Vaquería’, en la Playa de Arinaga, tiene sabor a tradición, a cocina casera y a producto ‘de kilómetro cero’. Este es un restaurante ‘hecho entre todos’.
Paco Méndez pasó de tener una vaca y regalar la leche a sus vecinos, a tener seis y un negocio de comida casera. Así nació La Vaquería, un restaurante singular y lleno de recuerdos y tradición, que quien lo visita no lo olvida y, sobre todo, repite. Ahora en manos de su hijo, Fran Méndez, aquella vaca que dio nombre al establecimiento es parte de su historia.
El proceso fue natural, porque “a mi padre eso de parar no le convencía” asegura Fran Méndez. Tras comprar unos pájaros y unas gallinas, pasó a un vaca y luego a seis, a vender la leche mañana y tarde y a citar a los amantes de lo fresco en su pequeña finca. El ajetreo vecinal le llevó de nuevo a hacer pan, como maestro panadero que fue junto a su esposa, conocida en el sur de la isla por sus deliciosas tartas. Una fórmula sencilla, leche recién ordeñada con gofio, pan casero y bocadillos de pata.
La Vaquería comenzó así a conquistar paladares en Arinaga, hace ya más de 30 años. La ley expulsó a los animales de granja de los núcleos urbanos, y aunque el ganado se mudó a La Cuchara, en la zona de la Goleta de Agüimes, la idea quedó. Y se hizo un negocio popular. Su secreto posiblemente es la sencillez, la comida casera bien hecha, el amor a cada plato y la fidelidad de los clientes y… el cochino negro, apunta Fran.
Sencillez, comida casera, amor a cada plato…
Fran Méndez no tenía pensado volver a la isla tras sus estudios en fisioterapia en Madrid, y menos al negocio familiar, pero “Gran Canaria tiene algo que enamora y te atrapa” y cuando estás fuera “como yo, más de 10 años, solo deseas volver”. No estaba en los planes, pero “no me arrepiento”, afirma. “Mi padre, cuando llegué a la isla, no se conformó con que le echase una mano, yo llegaba para trabajar”. Y eso hizo.
Esas ganas de regresar a casa le llevó, con el tiempo, a ponerse tras los fogones de La Vaquería, que cuenta con una quesería artesanal con leche de los animales que viven en semilibertad en la finca, una panadería/pastelería, helados artesanales y un molino de gofio.
Hasta 15 personas hacen realidad el negocio
“La carne, la leche, el gofio, el queso”, ha explicado el gerente, “todo se produce en la finca y se sirve en La Vaquería”. Este negocio no es solo el restaurante, también son los que ordeñan, el panadero, el que atiende a los animales… Son en torno a 15 personas las que hacen realidad el negocio, de clientela fiel y que al igual que el restaurante ha pasado de abuelos, a padres y a hijos que siguen frecuentando el mismo lugar.
También el ganado es parte de la esencia, con más de medio centenar de cochinos canarios, 200 cabras, varias vacas y burros para crear un entorno que es también naturaleza, contacto con los animales y un poco de la magia del campo. “Alimentación y bienestar animal” también son importantes para tener un buen producto, explica Fran Méndez. Que la gente “venga a ver cómo viven y conozcan a nuestros animales”, mantiene viva la finca que a la vez, alimenta a La Vaquería, en una red que garantiza el producto fresco, kilómetro cero, natural, artesanal y 100% canario.
Este es un lugar hecho entre todos
El plato favorito, el cochino negro, pero no es el único. Los platos de cuchara, la nueva hamburguesa de calamares, pollo de corral, asados en horno de leña, queso frito de la finca, son algunas de las especialidades de Pedro, el cocinero, que empezó codo con codo con Fran hace años. Junto a su pareja, Marlene, hacen que el producto luzca en una carta variada y con buen carácter. “No nos da tiempo a aburrirnos”, bromea el hijo de los Méndez, y es que apenas cierran un día, con más de 12 horas de atención al público entre semana, y de 9 a 12 de la noche los fines de semana.
Tradición de Agüimes y comida casera, son algunas de las claves para que este rincón de Arinaga esté siempre lleno. El covid-19 les trajo la terraza, que llegó para quedarse.
La Vaquería respira recuerdos en cada rincón, con estanterías plagadas de objetos que guardan un pedacito de historia de Canarias. Un patio acogedor recoge “lo que los clientes nos iban regalando durante décadas”, a cambio, mi padre les sacaba una foto con su cámara en blanco y negro y la ponía en el restaurante”, ha relatado.
“Tráeme algo antiguo”, les pedía su padre, y de esa costumbre se creó la magia de un lugar “único”. Su familia ya no trabaja con él, pero sigue muy presente en La Vaquería que es “mucho más que un restaurante”, celebra.
Máquinas de coser, de escribir, balanzas, radiocasetes, bicicletas, instrumentos musicales, maquetas, máquinas de trabajo de campo, radios, elementos de barbería, carteles, hasta ruedas de carretas y, sobre todo, muchas fotos. Cada pieza cuenta una historia y tiene detrás a un vecino o vecina, a un visitante o una familia. Un lugar decorado con historia y con el detalle que ha dejado cada comensal agradecido.
Esta colaboración y fraternidad también se extiende a ganaderos, agricultores y apicultores, y es que La Vaquería tiene a su vez un soplo de mercado, con la venta de productos de Gran Canaria. Plátanos, tomates, papas, huevos, pimientos, cebollas, limones, sal, mieles y mermeladas de la zona, La Vaquería es un lugar que respira canariedad y le tiende la mano a la gente de la isla en una relación de ida y vuelta.
*Conozca más sobre restaurante La Vaquería, en la Playa de Arinaga.
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*Texto: Laura Bautista
**Fotografía y vídeo: Arcadio Suárez