Laura Socorro León es profesora de idiomas y traductora-intérprete. Y es la emprendedora detrás de ‘la Casita de Laura‘, marca que aúna turismo y educación, orientada a extranjeros que viajan a Gran Canaria a aprender español. Como tantos emprendedores, Laura realiza mil funciones diferentes para sacar adelante su negocio. Poniendo corazón, dedicación y una montaña de energía, logra que estudiantes de diferentes puntos de Europa elijan sus cursos.
¿Cuándo nace ‘La Casita de Laura’?
En 2012, acababa de volver de Canadá. Había estado trabajado para el Instituto Cervantes y la Embajada de España, en la Universidad de York, en Toronto, enseñando español, preparando y examinando del DELE. Estuve allí 3 años. Y después de haber vivido experiencias muy chulas y haber visto lo que hacen por allá en el mundo del turismo y en la enseñanza de idiomas, volví con muchas ideas locas de cosas que quería hacer aquí en mi islita.
Una de esas ideas, la que más me motivaba, era crear una especie de hostal cultural en donde, además de alojar a visitantes extranjeros, estos pudieran aprender español y adquirir habilidades o conocimientos en talleres formativos (como por ejemplo fotografía o yoga).
Tenía hasta un edificio en mente (en Triana, con fachada antigua) e incluía una galería de arte con una cafetería donde pudieran encontrarse visitantes y locales. Era mi sueño. Un punto de unión entre esos dos mundos, el turista y el local.
Tras 3 años en Canadá, volví con muchas ideas para emprender
Pero después de muchos cursos de emprendiduría, tuve que despertarme de golpe. Era un proyecto demasiado ambicioso, costoso y complicado de llevar a cabo. Y estaba sola y sin ‘perras’. Entonces decidí que aplicaría los conocimientos al piso que ya compartía con extranjeros. Probaría a ver cómo sería vivir con ellos y traer también a casa a gente de fuera para enseñarles español a todos juntos. ¡Y fue una gran experiencia!
Por aquel entonces mi novio y yo compartíamos piso, aún no podíamos permitirnos vivir solos. Y también porque en el fondo nos encantaba la filosofía de compartir, conocer otras formas de vivir. Tuvimos compañeros de piso que no tenían clases conmigo, las clases de español siempre fueron opcionales, aunque la mayoría solía aprovechar, lo veían como algo súper conveniente. ¡Imagina tener la profesora de español en casa!»
Así surgió ‘ La Casita de Laura ‘. El nombre lo sugirió mi novio, casi en broma. Él es italiano, aunque hizo su Erasmus aquí y desde entonces vive en Gran Canaria. Al principio me sonó un tanto infantil, pero luego me enamoré del nombre (y de mi novio, con el que sigo viviendo hoy). El logo fue idea mía y lo digitalizamos con un amigo ilustrador y arquitecto italiano, Luca Manca, entre charlas, cervezas y aceitunas.
Tu trabajo no es el de una profesora al uso. Enseñas el idioma pero también incentivas actividad de tiempo libre entre estudiantes, animas los grupos, etc.. Esa actividad de ‘cicerone perpetua’, seguro exige un nivel de energía alto.
Y que lo digas. Pero, cuando haces algo que te gusta y motiva, y lo haces con pasión, no puedes evitarlo. No sabría ser de otra manera.
Para mí es difícil desconectar, dejar de hacer cosas, de organizar eventos, no estar rodeada siempre de gente. En la Universidad me llamaban ‘Every’, porque conocía ‘everybody everywhere’ (‘a todo el mundo en todas partes‘). Lo he mamado desde chiquita, ser tan organizativa y social. Mis padres se conocieron haciendo radio, y por su trabajo, especialmente mi madre, siempre han organizado o han coordinado eventos. Debe ser que lo he pillado de ellos.
El contenido de tus redes, ¿lo generas y publicas tú, lidias con esa parte?
Sí. Laura es el nombre en el logo, es la profesora, la secretaria que habla con los estudiantes, la organizadora y monitora en los eventos, la contable, la diseñadora de contenidos y materiales. Cuento luego con una gran colaboración en la parte de dar las clases, pero para lo demás… aquí, la menda.
Habrá de todo, pero ¿qué motiva a tus alumnos a aprender español?
La mayoría de estudiantes que viven en la isla, o al menos los que viven aquí por un tiempo, ven el aprender español como algo necesario para poder comunicarse en los negocios, para conectar con los locales. Los que vienen de vacaciones lo ven como un plus. Luego, en ‘La Casita’ también ofrecemos cursos online. Y tenemos estudiantes de todos los rincones del mundo. Si los alumnos tienen buena conexión a Internet, realmente sólo dependemos de la franja horaria.
¿Los estudiantes traen una idea de España o Canarias estereotipada? ¿O viajan con una idea cercana a lo que se encuentran?
Lo que la mayoría va buscando es principalmente buen tiempo y el ‘buen rollo’ de la gente. Y sí que lo encuentran. Luego muchos no quieren irse, y otros vuelven a visitar las islas unas 2 o 3 veces más en sus vidas.
Sí es verdad que quizás algunos estudiantes vienen con el estereotipo de la paella y la sangría. Pero en cuanto prueban las papitas con mojo y lo rocían con una Tropical bien fresquita, no echan de menos su estereotipo. Te lo digo yo. No dejo de sorprenderme cada vez que veo la cara de felicidad de un estudiante que prueba la comida canaria por primera vez. Pure joy.
¿Qué tiempo promedio permanece en la isla un estudiante de idiomas como los que recibes? ¿Son siempre jóvenes?
Existen perfiles diversos. No todos son Erasmus. Tenemos también estudiantes de colegios internacionales de la isla. O estudiantes jubilados, de entre 60 y 70 años. ¡Nunca es tarde para aprender algo nuevo o repasar conocimientos! Pero sí, digamos que el promedio suele ser gente adulta, aunque joven de espíritu.
En cuanto al tiempo que pasan formándose, normalmente suelen cursar entre 2 o 3 meses (que sería como uno o dos programas), hasta llegar en algunos casos a períodos mayores de uno a dos años. Ahora mismo tengo una estudiante que lleva 3 años conmigo, a la que ayudo con sus trabajos para la universidad, porque aunque es de Suiza se matriculó como estudiante normal aquí.
Incluso tenemos la suerte de contar con estudiantes que llegan a escribirnos para confirmar disponibilidad, para volver a la isla y continuar sus estudios donde los dejaron.
Durante 3 generaciones hemos sido una de las grandes regiones turísticas europeas, pero nuestro nivel de idiomas no creció parejo al negocio. Con tu experiencia, ¿qué pasos conviene dar para cambiar eso?
Es triste, pero cierto. Ya se han ido dando algunos pasos, desde hace años. Pero parece que no es suficiente.
En el pasado trabajé enseñando inglés en cadenas hoteleras muy conocidas. O a personal de los museos del Cabildo de Gran Canaria, en cursos de la Fundación Tripartita. También fui profesora para la Escuela de Hostelería de Las Palmas. En todos esos casos los alumnos daban lo máximo para aprender mientras continuaban trabajando, en cursos que duraban unas semanas o unos meses. Pero a veces veían que no podían terminar la formación, porque les habían cambiado los turnos y no podían asistir a clase (y la asistencia era obligatoria).
Si se hiciera un test de conocimientos mínimos de inglés o alemán antes de emplear al personal que da la cara frente al cliente, o si pudiéramos ofrecerles cursos con lo básico, eso haría factible garantizar un servicio más personalizado.
Sé por ejemplo de unos grandes almacenes que tienen personal especializado en atender a clientes extranjeros. Ayudan a clientes que no son residentes, llegan incluso a informar sobre temas como la posible deducción de las tasas.
Luego, por otro lado, sé que mis estudiantes prefieren que no se les empiece a hablar en inglés chapurreado cuando están probando a hablar en español, usando lo aprendido en clase. Prefieren que se les traduzca sólo aquello que no entienden. Y les entusiasma cuando por ejemplo un camarero les ayuda a corregir alguna frase en español, o cuando les felicitan por lo bien que se han expresado. Dicho en otras palabras, ‘nunca llueve a gusto de todos’. Pero sí, los canarios deberían ponerse las pilas con el inglés. It’s about time!
Debemos ponernos las pilas con el inglés
¿Qué elementos hacen amable el aprendizaje del español? ¿Qué has ido aprendiendo con los años que no sabías al principio?
Algo que me ha ayudado a enseñar mi lengua es aprender a hablar otros idiomas. Soy una coleccionista de lenguas. Me defiendo sin problemas en inglés, y casi perfectamente en italiano y francés. Y he aprendido algo de alemán, portugués, chino, checo, húngaro, coreano y ahora estoy con swahili.
Aprender el idioma de mis estudiantes me permite entender patrones lingüísticos y estructuras de sus lenguas nativas. Y de esa manera puedo adaptar el conocimiento que deben aprender en español.
Ahora sé los errores comunes de los estudiantes alemanes, italianos y franceses, y así puedo explicárselos incluso antes que los cometan.
El boom de la enseñanza online que se produjo con la covid-19, ¿se complementa o compite con los viajes de estudios para aprender idiomas?
Algunos estudiantes han llegado recientemente a Canarias y han empezado a aprender español desde aquí. Pero online. Mientras duren las restricciones de la pandemia, y pueda existir algún tipo de riesgo para la salud, las clases serán online. Queremos garantizar al máximo la seguridad de nuestros estudiantes. Cuando terminó el confinamiento en verano y las restricciones aflojaron un poco hicimos algún que otro evento al aire libre, en la playa o en alguna cafetería. Pero como la salud prima sobre cualquier otra cosa, hemos tomado esta decisión. Y no nos arrepentimos.
Eso sí, echamos sin duda de menos los abrazos al entrar y salir de la ‘casita’, los momentos divertidos durante la clase y poder quedar para ir de excursión a diferentes puntos de la isla, ir al cine juntos o los karaokes. Pero de momento, no es posible.
El turismo en Canarias es un sector gigante y paquetizado. Pero el turismo idiomático queda lejos de esa corriente general. No llega a la gran escala, brinda una experiencia muy auténtica. ¿Es quizás algo cercano al viaje a la antigua usanza?
Sí, completamente de acuerdo. Justo leía ayer, en la página de Lonely Planet, un artículo de una nómada digital en el que hablaba de lo que para ella era el verdadero significado de viajar. Decía algo así como que era salir de la zona de confort y descubrir algo único y desconocido. Sumergirse en la lengua de esa nueva ciudad, probar su gastronomía y sentir curiosidad por su cultura. Es precisamente lo que intentamos ofrecer en La Casita de Laura.
Nos emociona ver como algunos de nuestros estudiantes se integran tanto que al final deciden quedarse y sumarse a la comunidad local. Y vuelven a viajar, pero con Gran Canaria como su base.
Tratar con gente de tantos países es seguro una fuente de riqueza, y no me refiero al dinero. ¿Conocer gente de tantos lugares no nos cambia a mejor?
Viajar y aprender idiomas son de las pocas cosas que pagas, que al final te terminan haciendo más rico. Si yo, por ejemplo, no hubiera viajado un poco por Europa o si no hubiera vivido en Canadá, si no hubiera visto las cosas que hacían allí, que me inspiraron para traer ideas nuevas al archipiélago, quizás ahora La Casita no existiría. Sin duda viajar no solo nos enriquece, nos cambia la vida. A mí, seguro, me la ha cambiado.
A día de hoy habré enseñado español o inglés a cerca de mil personas. ¡Y sólo tengo 35 años! Soy la profesora, sí, pero también aprendo un montón gracias a mis estudiantes. De la vida y del mundo. Tengo la suerte de poder viajar, como ellos, pero desde el salón de mi ‘casita’. Llego a conocer el mundo sin tener que subir a un avión.
Saber que puedo formar parte de algo más grande, que puedo ayudar a cambiar un poco las vidas de las personas que deciden aprender conmigo una lengua nueva….¡no tiene precio!
*Conozca la oferta de formación de ‘La Casita de Laura’
Reportaje gráfico: Bea Rivero